El trabajo mismo lleva a establecer relaciones con los grupos que surgen en pueblos vecinos. Ese fue el caso de dos grupos de Derechos Humanos nacidos después del plebiscito (1988) en Portezuelo y San Nicolás.
De acuerdo con la coyuntura de transición que vivía el país, el TAC vio la necesidad de orientar el trabajo de los jóvenes en Derechos Humanos, en una perspectiva más amplia que integrara las necesidades básicas del hombre: trabajo, vivienda, alimentación, salud, etc. Al hacer esta proposición, pensamos en que los 16 años de dictadura borraron la conciencia que el pueblo tenía sobre sus Derechos, y en la nueva etapa era necesario que este orientara sus reivindicaciones exigiendo respetar los Derechos que le fueron arrebatados.
Este trabajo nos sugirió la idea de realizar una actividad coordinada entre los Grupos de Derechos Humanos de Portezuelo y San Nicolás en la octava región y el Taller de Lavandería de Lo Hermida en la región metropolitana, lo que fue muy bien acogido por todos. Al hacerlo consideramos que el proceso de autoformación se enriquecería significativamente con el intercambio generado entre organizaciones urbanas y rurales.
Planificamos un trabajo en tres etapas abocados a: extraer las imágenes que tenían los participantes acerca de los Derechos Humanos, revisar las propuestas teóricas acerca del tema y los Pactos Internacionales que han sido acordados y luego a investigar en la realidad misma.
Los grupos recogieron en el terreno la información acerca de la vigencia práctica de éstos Derechos, a fin de establecer una comparación entre los acuerdos tomados y la forma en que estos se asumen.
La primera etapa terminó con un primer encuentro en que los jóvenes de San Nicolás y Portezuelo fueron recibidos por las familias de los integrantes del Taller de Lo Hermida de Santiago. Durante tres días, hubo convivencias, visitamos el Museo de Historia Natural, tuvimos una jornada de dos días de trabajo y fuimos al teatro a ver “La Negra Ester”.
Como resultado los grupos rompieron los prejuicios mutuos y lograron conocer más profundamente las realidades del campo y la ciudad. Respecto a la investigación, cada grupo delimitó su campo y en conjunto planificaron la nueva etapa que iniciarían. Es decir investigarían en el terreno, las condiciones “de trabajo” y la “salud” en Portezuelo y San Nicolás y la vivienda, salud y educación en Lo Hermida.
Al terminar el trabajo, las quince pobladoras de Lo Hermida fueron al campo, cerca de Portezuelo para conocer y compartir la realidad con las familias campesinas del sector. Al mismo tiempo intercambiaron la información recogida y planificaron el resto de las actividades. Durante la tercera etapa se procesó la información recogida, se diseñó el video y la cartilla sobre Derechos Humanos que servirían para el trabajo de las organizaciones sobre el tema.
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Las historias que aparecen en este libro son como un baño de humanidad y ternura que nos lleva a reencontrarnos con nosotros mismos. Con momentos de nuestra niñez, con historias que hemos vivido o escuchado de labios de alguna tía o de nuestras mismas abuelas.
En ellas uno descubre al hombre y la mujer toda entera, que piensa, que siente, que ama, que guarda valores a veces tan olvidados en nuestra sociedad. También nos encontramos con la enorme fuerza que emerge de una comunidad al enfrentar sus problemas, al satisfacer sus necesidades. Y con la creatividad infinita con que supera los mil obstáculos que surgen en medio de condiciones tan adversas como las que le toca vivir.
Las historias que aquí aparecen nos introducen además, en el trabajo de campesinos que hoy día descubriendo sus valores, se lanzan en la defensa de su cultura. “Estamos tratando de recuperar tradiciones y cosas antiguas. Yo pienso que antes la gente se autoeducaba, en el sentido de ir desarrollando su creatividad, su capacidad crítica, de observación, porque con las adivinanzas, las payas, las logas se va desarrollando el intelecto de la gente” observa Carmen Muñoz Directora de la Escuela G – 1147 de Pullay.