El impacto cultural que produjo la dictadura en su intento de destruir la identidad nacional fue muy grande. Especialmente en los sectores poblacionales atomizados por el miedo, la cesantía y por la imposición de modelos de comportamiento, lenguaje, valores a través de los medios de comunicación, la escuela y la estructura económica, política y social. Todo esto configuró una realidad que hacía difícil distinguir entre lo que eran expresiones propias y lo que eran actitudes de supervivencia de los sectores populares.
La conciencia de esta dificultad nos planteó la necesidad de acudir a otras comunidades que conservaran mejor su identidad y sus tradiciones históricas, y que al mismo tiempo estuvieran más cohesionadas y menos afectadas por el sistema.
Por esta razón miramos hacia el sector campesino y llegamos a Quinchamalí, pueblito que aún conserva una de las artesanías tradicionales más antiguas, y que está ubicado en el centro de una de las regiones, culturalmente más ricas por la presencia de sus cantoras, poetas, escritores, su gran diversidad de creaciones artesanales y por la vigencia de sus tradiciones.
Partimos allá, considerando que el arte es una expresión que interpreta fiel y profundamente el ser de una comunidad y que la tradición es un elemento que vincula el pasado con el presente y el futuro y con ello da continuidad a la propia cultura.
Conversando con dirigentes locales, tratamos de descubrir las necesidades más urgentes que se veían en el pueblo. Intentamos hacer coincidir nuestra necesidad de aprender con la que tuvieran ellos, a fin de hacer un trabajo que les entregara nuestro aporte. Motivamos a las dirigentes para que hicieran un breve diagnóstico local y a partir de sus resultados, acordamos trabajar con jóvenes, porque la falta de colegios y de trabajo hacían que este fuera el sector más abandonado.
Uno de los mayores problemas de la comunidad era la desvalorización y el desconocimiento que tenían los jóvenes de su situación y su cultura, lo que se traducía en una emigración constante hacia la ciudad.
Como TAC propusimos realizar una investigación y ellos definieron su contenido. Silvia, una de las dirigentes que es artesana y poeta, propuso que la investigación se centrara en la recopilación de la historia de Quinchamalí como pueblo, la recomposición de sus vivencias, el proceso de creación de las gredas, y finalmente, la realidad actual para establecer una comparación entre lo que pasaba a mediados de siglo y el presente.
Nuestro objetivo coincidió con el de los jóvenes, pues ambos queríamos conocer la historia de los habitantes del lugar para difundirla y lograr que las generaciones adultas la valoraran, los jóvenes la conocieran y a través de este proceso, rescatáramos la memoria colectiva del pueblo, que se iba perdiendo con cada anciano que moría. El trabajo exigió, desde el principio, que los habitantes asumieran un rol protagónico: los ancianos como poseedores de esa historia en la que habían sido protagonistas; los jóvenes, porque serían los encargados de investigar, recoger y ordenar la información.
Nuestra participación tenía características atrayentes, porque al no conocer la realidad y al estar presente sólo en algunos momentos del trabajo, se clarificaban los roles que debían asumir tanto los habitantes del pueblo como el TAC. La investigación dejaba un espacio abierto para la participación autónoma y creativa de los jóvenes y al TAC se le delimitaba con precisión su función de apoyo metodológico.
En el grupo se crearon condiciones de intercambio y amistad que contribuyeron a hacer un trabajo creativo y serio que culminó su primera etapa, al constituir el Grupo Cultural Greda y Esperanza.
La experiencia fue sistematizada por los jóvenes y luego se socializó a través del libro Quinchamalí: un pueblo donde la tierra habla, que fue lanzado el 10 de enero de 1987 en medio de una fiesta campesina que contó con la participación entusiasta de los habitantes del pueblo.
El impacto local fue grande y generó un debate que los jóvenes canalizaron hacia un foro, el que a su vez dio origen a la Convocatoria al Primer Concurso de Cuentos y Leyendas Campesinas realizado ese mismo año y cuyos resultados fueron publicados como Cuentos y Leyendas Campesinas el año 1988. A partir de ese momento se convocó al Segundo Concurso de Cuentos, Leyendas y Adivinanzas Campesinas, luego al Tercer Concurso de Cuentos, Leyendas y Refranes en 1989 y en 1990 al Cuarto Concurso de Cuentos, Leyendas y Payas Campesinas. Estos abrieron un espacio para que los habitantes de los pueblos vecinos participaran en forma escrita u oral y así se incorporaran al rescate de esta tradición.
En 1987 el trabajo de los jóvenes despertó el interés de un grupo de artesanas que quisieron asegurar 50 años de Artesanía para Quinchamalí. Con nuestro apoyo formaron una pequeña “Escuela de Recuperación de la Artesanía” y en ella las más reconocidas y prestigiadas artesanas del pueblo enseñaron su arte a cuatro grupos de seis artesanas jóvenes que quisieran aprender a modelar.
El éxito alcanzado motivó al grupo y en 1988 formaron la Cooperativa Escuela Quinchamalí donde siguieron formándose, produciendo y comercializando colectivamente su artesanía. El Taller logró producir piezas de un alto nivel de creatividad y calidad, lo que atribuimos a la motivación producida por el trabajo colectivo, que rescata al menos en parte, a la comunidad tradicional.
En esta experiencia aprendimos que el rescate cultural no podía consistir sólo en develar el pasado sino que era necesario, al mismo tiempo, rescatar el valor y funcionalidad que había tenido esa expresión, en este caso la cerámica, para que esta recuperara su vigencia y se proyectara a futuro.
Por eso nuestro apoyo a las artesanas abarcó diversos aspectos. Primero se abocó a construir un sistema que partiera de su propia forma de organizar la contabilidad y la administración. Queríamos reforzar los elementos de identidad que detectábamos en las diversas expresiones de las personas.
Desde el punto de vista de la organización, introdujimos las reuniones y asambleas como ejes de un funcionamiento democrático donde se comparte la información, los problemas y se toman las decisiones colectivamente.
En enero de 1989 las artesanas se instalaron con un local propio que llamaron Taller Sol Naciente y en 1990 se constituyeron como Asociación Gremial de Artesanas.
La calidad de sus creaciones hizo que fueran seleccionadas para participar en Exposiciones Artesanales Latinoamericanas como la del Parque Bustamante y la Feria de Córdoba y en Exposiciones locales. También fueron invitadas a integrarse al Almacén Campesino que reúne a artesanos que elaboran artesanías tradicionales y provienen de distintos puntos del país.
Posteriormente iniciamos un trabajo orientado a profundizar en la dimensión cultural de esta artesanía y para ello realizamos un intercambio entre las artesanas del pueblo, don Carlos González (profesor del Depto. de Estética de la U.C.) y el TAC. Esta actividad se realizó a través de encuentros mensuales, en que las integrantes del Taller invitaron al resto de las artesanas del pueblo y alrededor de un bracero amenizado por un vasito de mistela y roscas, intercambiaron sus conocimientos acerca de la cerámica, de su historia y las costumbres de la Comunidad.
Las artesanas presentaron piezas antiguas y nuevas, contando sus antecedentes, explicando su funcionalidad y usos, el Profesor González y el TAC complementaron el Saber de las artesanas por medio de sus aportes y de la presentación de diapositivas que dieron a conocer otras experiencias artesanales que ocupan un lugar en nuestra tradición histórica y que se elaboran a lo largo del país.
Esta actividad conjunta se propuso canalizar el debate hacia la elaboración de una propuesta metodológica que entregue instrumentos operativos para los que trabajan por el desarrollo de la artesanía y en consecuencia por la consolidación de una identidad cultural.
El trabajo desarrollado en Quinchamalí despertó también el interés en otros pueblos cercanos y el TAC fue invitado a participar en un encuentro y debate con cantoras populares con motivo del 5to Encuentro de la Raíz Folklórica en Portezuelo.
El conocimiento de las cantoras populares, que han cumplido un rol tan determinante en la cultura de nuestro país, nos llevó a proponer al Equipo de Pastoral Campesina de San Nicolás, la realización de un trabajo que rescatara y difundiera su experiencia, para socializar esta memoria oral que contiene valores y conocimientos relevantes sobre la vida de las Comunidades Campesinas.
El grupo de cantoras fue descubriendo y compartiendo autónomamente su realidad, detectando sus necesidades y las vías posibles de solución. A partir del material recogido, el TAC ayudó a construir métodos de trabajo que desarrollaron la autonomía del grupo en lo que se refiere al contenido de las búsquedas y a la manera de hacerlas avanzar. La sistematización de esta experiencia fue publicada en el libro La Cantora Popular, fuente de nueva vida cuyo lanzamiento se realizó durante el 6o. Encuentro de la Raíz Folklórica de Portezuelo.
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Las historias que aparecen en este libro son como un baño de humanidad y ternura que nos lleva a reencontrarnos con nosotros mismos. Con momentos de nuestra niñez, con historias que hemos vivido o escuchado de labios de alguna tía o de nuestras mismas abuelas.
En ellas uno descubre al hombre y la mujer toda entera, que piensa, que siente, que ama, que guarda valores a veces tan olvidados en nuestra sociedad. También nos encontramos con la enorme fuerza que emerge de una comunidad al enfrentar sus problemas, al satisfacer sus necesidades. Y con la creatividad infinita con que supera los mil obstáculos que surgen en medio de condiciones tan adversas como las que le toca vivir.
Las historias que aquí aparecen nos introducen además, en el trabajo de campesinos que hoy día descubriendo sus valores, se lanzan en la defensa de su cultura. “Estamos tratando de recuperar tradiciones y cosas antiguas. Yo pienso que antes la gente se autoeducaba, en el sentido de ir desarrollando su creatividad, su capacidad crítica, de observación, porque con las adivinanzas, las payas, las logas se va desarrollando el intelecto de la gente” observa Carmen Muñoz Directora de la Escuela G – 1147 de Pullay.