Nuestra Historia

La década del 90 el trabajo fue adquiriendo otras características

1990 - 1997

El período se inició con la internalización del lema “la alegría ya viene”. En un primer momento todos tratamos de abrir el espacio a la democracia, a una nueva forma de vida donde hubiera participación, donde se recogiera la experiencia adquirida durante los años de dictadura… La realidad nos fue mostrando que las cosas no eran así y lentamente se fue produciendo una desmoralización profunda en los diversos sectores sociales.

Las condiciones de trabajo se hicieron mucho más duras, pues el financiamiento externo se redujo en forma drástica y en vista de ello muchas ONGs cerraron o bien redujeron al máximo sus programas. En el TAC estábamos acostumbrados a trabajar con una infraestructura mínima, entonces no teníamos la posibilidad de rebajar significativamente nuestros presupuestos, por eso lentamente fuimos reduciendo los programas que no encontraron financiamiento.

El programa de Capacitación desarrollaba su trabajo con las Ollas Comunes de la Zona Sur pero el gobierno terminó con el apoyo que les daba, entonces las mujeres que ya habían vivido un proceso de formación organizativo, nos pidieron capacitación para transformar sus organizaciones en Talleres Productivos.

Como el objetivo de que ellas continuaran reforzando su identidad es un imperativo del TAC, impulsamos una profunda reflexión y debate sobre lo que podíamos hacer juntas. Las mujeres optaron por formar Talleres y no microempresas, pues querían tener un espacio de producción que guardara el sistema de aprendizaje y producción comunitaria, donde los que saben más enseñan a los que saben menos y donde todas tienen las mismas oportunidades de trabajo…

Estos Talleres se propusieron como meta lograr el desarrollo integral de las mujeres y la realización de un trabajo hacia la comunidad. Fue así como se formaron 3 Talleres de Tejidos, Arpillería y Pintura en géneros que reunían a más de 50 mujeres que vivían, la mayor parte de ellas, en el sector El Castillo de La Pintana.

Durante éstos años las mujeres aprendieron un oficio, lograron realizar productos de alta calidad y alcanzaron un nivel de ventas aceptable para las circunstancias. Participaron en diferentes Ferias y continuaron buscando diferentes formas para comercializar sus productos.

Simultáneamente los Talleres organizaron actos culturales, peñas, etc. En el año 92, debido a la situación de depresión que se vivía en la población propusimos que las mujeres hicieran una investigación (diagnóstico) de su realidad, para ver cómo podíamos ayudar a revertir esta situación. Para ello elaboramos juntas un cuestionario, distribuimos los sectores y ellas mismas realizaron las encuestas. Una vez que tuvimos la información procesada y definimos los problemas más urgentes, convocamos a una gran Asamblea en que participaron todos los actores sociales del Castillo: unidades vecinales, organizaciones sociales, comerciantes, micreros, bomberos, instituciones, estudiantes de Agronomía de la Universidad de Chile…

Asistieron más de 80 personas y se dio un debate muy interesante y fructífero que concluyó en la realización de 2 trabajos. Primero se creó una coordinación con los bomberos pues el problema más grave que se detectó fueron los incendios. Entonces nuestro objetivo fue motivar a los jóvenes para formar las “brigadas contra incendio” a través de una capacitación que los mismos bomberos entregarían y a su vez, las mujeres llevaron adelante una campaña para reunir fondos con los que al cabo de un tiempo, se le hizo entrega de botas a todos los bomberos del cuartel.

En segundo lugar se realizó un programa de trabajo con un grupo de estudiantes de agronomía de La Platina. Ellos asesoraron a los pobladores de la 17ava. Junta de Vecinos, les consiguieron 120 árboles en el vivero de la U.CH. y en conjunto diseñaron e hicieron la plantación de una plaza del sector.

En 1993, presentamos un proyecto al Fosis “Nosotras también podemos producir “, pero no logramos su aprobación. Ese mismo año, obtuvimos una mención de Unesco por el trabajo “Mujeres y educación en sectores populares” con el que concursamos.

En 1995, la falta de recursos nos llevó a reducir a una persona el equipo de cuatro que estaba a cargo del programa. Ese mismo año las mujeres de todos los Talleres se organizaron en una Asociación Gremial y obtuvieron su Personalidad Jurídica en el Ministerio de Economía.

Ese año también nos presentamos al Fondart con el proyecto “Un boletín para El Castillo” pero nuevamente fuimos rechazados.

Después, se siguieron creando nuevos Talleres y se introdujeron nuevas técnicas. A partir de 1997 abrimos la Escuela de Formación Integral para que nuevos grupos tuvieran la oportunidad de aprender un oficio. Las monitoras fueron las socias que se destacaron por su capacidad creativa y por la calidad de su trabajo.

En el año 1991 una parte del equipo del TAC decidió dedicar un tiempo al estudio de la Identidad. Para ello formamos un equipo con estudiantes de las universidades ARCIS y de Chile. En la primera etapa nos dedicamos a conocer lo que habían escrito sobre el concepto en los antropólogos, los cientistas sociales, psicólogos, historiadores, en la literatura, etc. Luego buscamos las expresiones de Identidad que aparecían en las experiencias sistematizadas por el TAC durante sus 12 años de existencia, centrándonos en los elementos que, a nuestro parecer, permiten construir y los que debilitan la Identidad. Con los resultados de nuestra búsqueda, elaboramos, a modo de borrador, un documento que llamamos “Proposiciones para una reflexión sobre la Identidad Cultural”. Nuestra idea fue continuar profundizando el tema en un nuevo documento, pero el exceso de trabajo nos ha impedido darle el tiempo de dedicación que esto requiere.

Cobquecura: Sus leyendas, sus vivencias y sus sueños.

2002

Las historias que aparecen en este libro son como un baño de humanidad y ternura que nos lleva a reencontrarnos con nosotros mismos. Con momentos de nuestra niñez, con historias que hemos vivido o escuchado de labios de alguna tía o de nuestras mismas abuelas.

En ellas uno descubre al hombre y la mujer toda entera, que piensa, que siente, que ama, que guarda valores a veces tan olvidados en nuestra sociedad. También nos encontramos con la enorme fuerza que emerge de una comunidad al enfrentar sus problemas, al satisfacer sus necesidades. Y con la creatividad infinita con que supera los mil obstáculos que surgen en medio de condiciones tan adversas como las que le toca vivir.

Las historias que aquí aparecen nos introducen además, en el trabajo de campesinos que hoy día descubriendo sus valores, se lanzan en la defensa de su cultura. “Estamos tratando de recuperar tradiciones y cosas antiguas. Yo pienso que antes la gente se autoeducaba, en el sentido de ir desarrollando su creatividad, su capacidad crítica, de observación, porque con las adivinanzas, las payas, las logas se va desarrollando el intelecto de la gente” observa Carmen Muñoz Directora de la Escuela G – 1147 de Pullay.