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Somos una Fundación formada por trabajadores culturales que, desde diferentes experiencias, apoyamos el fortalecimiento y desarrollo de una Identidad Cultural Propia. En esa perspectiva optamos por trabajar con organizaciones populares del campo y la ciudad, reconociendo el rol protagónico de los movimientos sociales
Somos una Fundación formada por trabajadores culturales que, desde diferentes experiencias, apoyamos el fortalecimiento y desarrollo de una Identidad Cultural Propia. En esa perspectiva optamos por trabajar con organizaciones populares del campo y la ciudad, reconociendo el rol protagónico de los movimientos sociales
Somos una Fundación formada por trabajadores culturales que, desde diferentes experiencias, apoyamos el fortalecimiento y desarrollo de una Identidad Cultural Propia. En esa perspectiva optamos por trabajar con organizaciones populares del campo y la ciudad, reconociendo el rol protagónico de los movimientos sociales
Somos una Fundación formada por trabajadores culturales que, desde diferentes experiencias, apoyamos el fortalecimiento y desarrollo de una Identidad Cultural Propia. En esa perspectiva optamos por trabajar con organizaciones populares del campo y la ciudad, reconociendo el rol protagónico de los movimientos sociales
Permanece viva porque es una expresión simbólica de la interacción del ser humano con la naturaleza. Por su intermedio ambos se retroalimentan, se cultivan y dan vida a una tradición consuetudinaria. Nuestro objetivo en el trabajo con Recolectoras y Recolectores es contribuir al desarrollo de un modelo de producción que facilite su autonomía en el proceso de recolectar, producir y comercializar.
Está diseñada para desencadenar un proceso de desarrollo progresivo e integral, tanto de las personas como de sus organizaciones a partir de Comités, a fin de orientarlas para que desde un principio, asuman autónomamente la responsabilidad de sacar adelante sus emprendimientos.
Las Mesas de Trabajo permiten una mayor profundidad e incidencia en el aprendizaje de las personas, a través de reuniones donde entregamos conocimientos en medio de un diálogo en que los participantes comparten sus saberes, haciendo crecer entre todos el Saber de cada uno/a. Se suman las Mesas de Articulación, que conectan al grupo con actores que tienen algún tipo de involucramiento con su quehacer y con los que les es difícil relacionarse.
Más de 40 años de nuestra historia en nuestros libros y publicaciones.
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Las historias que aparecen en este libro son como un baño de humanidad y ternura que nos lleva a reencontrarnos con nosotros mismos. Con momentos de nuestra niñez, con historias que hemos vivido o escuchado de labios de alguna tía o de nuestras mismas abuelas.
En ellas uno descubre al hombre y la mujer toda entera, que piensa, que siente, que ama, que guarda valores a veces tan olvidados en nuestra sociedad. También nos encontramos con la enorme fuerza que emerge de una comunidad al enfrentar sus problemas, al satisfacer sus necesidades. Y con la creatividad infinita con que supera los mil obstáculos que surgen en medio de condiciones tan adversas como las que le toca vivir.
Las historias que aquí aparecen nos introducen además, en el trabajo de campesinos que hoy día descubriendo sus valores, se lanzan en la defensa de su cultura. “Estamos tratando de recuperar tradiciones y cosas antiguas. Yo pienso que antes la gente se autoeducaba, en el sentido de ir desarrollando su creatividad, su capacidad crítica, de observación, porque con las adivinanzas, las payas, las logas se va desarrollando el intelecto de la gente” observa Carmen Muñoz Directora de la Escuela G – 1147 de Pullay.
En una narración muy sencilla la comunidad nos cuenta esta historia, que nace “en el fundo de unos gringos que se llamaban Zañartu, y que luego pasa a manos de los Muñoces”, cuenta la abuelita María.
En este fundo de unas 5.000 hectáreas, los campesinos vivían en “unas casitas de pura totora no más, ni se goteaban. Con el terremoto (1939) no nos pasó nada, gracias a Dios. Pero las bodegas cayeron todas, todas y las casas de los Muñoces también.” Pero la pobreza no fue obstáculo para los amores: “yo me casé a los 16 años. Pololié una semana con mi marido ¡y lo pasé tan bien con él, se llamaba Balduino! ¡El me quiso a mi y yo lo quise a él….!
En 1968 el fundo fue expropiado, aquí se formó una cooperativa y se trabajó en sociedad, cuenta don Laudelino. Todos trabajaron para uno y uno para todos. Pero el 74 trajeron a los administradores para que pusieran orden en los fundos y ahí cambió la cosa. La Cora terminó, Conaf siguió agarrando los campos de nosotros y la mayoría, porque éramos hartos, quedó sin nada. Conaf le vendió a Cholguán que el año pasado (2.000) cosechó los pinos, deben haber tenido unos 40 años. Y nosotros perdimos todo. “La recolección empezó como el 79 u 80, cuando llegó un hombre de Cabrero comprando mosqueta”, recuerda la señora Alicia. “Todo lo que tenemos es gracias a la mosqueta, porque agarramos y esa plata nos sirve para pasar todo el año y para cualquier cosa…, explica Florencia.
