Nuestra Historia

Situación laboral de l@s Recolectores y Recolectoras de Frutos Silvestres

1999 - 2006

La experiencia de trabajo desarrollada por el TAC en diversos sectores de la Octava Región motivó a la agencia OXFAM el año 1999, a proponernos la realización de un proyecto de trabajo con Recolectores de Frutos Silvestres en esa misma. Fue así como comenzamos a investigar la situación de los Recolectores, a quienes habíamos conocido superficialmente durante los quince años de permanencia en la provincia de Chillán.

«La recolección es un cuento antiguo», comentó la Nenita, de Ránquil, así «se paraba el hambre» en aquellos tiempos. No había nada para comer, pero se recolectaban frutos silvestres, era una tarea dura, pero había que hacerlo».

También conocimos el documento «La Actividad de Recolección de Frutos Silvestres en la Región del Bío Bío» investigación realizada en el año 1998 por profesionales del Programa Servicio País de la Fundación Nacional para la Superación de la Pobreza. Las cifras que conocimos, nos llevaron a indagar de manera más profunda lo que sucedía en el sector forestal desde donde provenían los Recolectores y también lo que sucedía con ellos mismos.

Guiados por los antecedentes del estudio antes mencionado, nos dirigimos a las comunas de Santa Juana, Hualqui, Ranquil, Pemuco, Curanilahue, San Ignacio, el Carmen y Recinto para contactar a recolectoras que intentaban mejorar sus condiciones de trabajo. Simultáneamente entrevistamos a dirigentes campesinos, a algunos profesionales del Servicio País, a funcionarios de INDAP y a las dirigentes de la Coordinadora de Mujeres Productoras de Ñuble quienes representaban a Anamuri en la VIII Región. Luego seguimos investigando sobre el entorno de los recolectores y nos encontramos con una información que nos explicó mejor la situación.

Situación forestal

A partir de 1970 se generan y amplían proyectos forestales de envergadura y se crea el área social forestal. Se expropian grandes fundos forestales para la constitución de empresas del Estado, con el fin de aliviar la cesantía rural a través del incremento de la reforestación y el mejor uso de la capacidad instalada. Se considera que esto permitirá conquistar una posición prominente en el mercado internacional del papel y la celulosa.

En 1973 se inicia el proceso de privatización de la economía y las inversiones que el Estado había hecho son traspasadas al sector privado. Los grupos económicos más importantes se adueñan de un puñado de empresas y controlan el negocio de la explotación y exportación forestal” (“Chile, un proyecto de país forestal” Santiago, octubre de 1980. Documento interno Programa de Acción Solidaria (PAS) 

Esta época marca el fin de los obreros permanentes en las faenas de forestación y su reemplazo por los “temporeros”, que, dadas las condiciones del Plan Laboral imperante, no pueden sindicalizarse, ni tener negociación colectiva. Para complementar el sistema, se introduce la fórmula de “contratistas” que llegan a la faena con cuadrillas de temporeros que vienen de otros lugares. Sobre esta base, Chile asegura sus ventajas comparativas en el mercado internacional. 

Los campesinos aledaños a las nuevas empresas forestales quedan sin trabajo y comienzan a sufrir una situación de miseria que se hace cada vez más insoportable. En el sector se agotan las posibilidades de encontrar trabajo y en sus pequeñas propiedades, se ven limitados por las normas que imponen las empresas con el fin de proteger sus plantaciones: prohibición de rozar los potreros después de la cosecha, instalación de cercos que los obligan a transitar por predios ajenos, etc. La calidad de vida de estos campesinos se deteriora profundamente, en primer lugar, por la falta de trabajo, por el daño que provoca la contaminación de sus aguas, como consecuencia de las fumigaciones con productos tóxicos que en muchos casos ocasionan la muerte de animales e incluso de personas.  

La desesperación por conseguir la subsistencia del grupo familiar aumenta a tal punto, que las mujeres recurren a la antigua tradición de recolectar frutos silvestres que aprendieron de padres y abuelos. A principios de los 80 su actividad se incentiva con la llegada de intermediarios que vienen a comprarles sus frutos, por encargo de las empresas agroindustriales que los comercializaran en el exterior.

El encuentro con la realidad a través de nuestras investigaciones nos lleva a concluir que las recolectoras son un vasto sector, principalmente de mujeres, que recolectan en forma dispersa y que identifican su actividad como una obligación humillante, pero no un trabajo. Por eso consideran que organizarse en torno a ella carece de todo sentido. 

Casi en su totalidad, las recolectoras son jefas de hogar o tienen a sus maridos cesantes. Viven rodeadas por empresas forestales, razón por la cual ni ellas ni sus maridos tienen otra alternativa de trabajo. En su mayoría, tampoco han tenido experiencias organizacionales anteriores y su escolaridad es muy baja. Por constituir un sector completamente invisibilizado, ninguna institución trabaja con ellas, aun cuando los niveles de pobreza en que viven son extremos.

Cobquecura: Sus leyendas, sus vivencias y sus sueños.

2002

Las historias que aparecen en este libro son como un baño de humanidad y ternura que nos lleva a reencontrarnos con nosotros mismos. Con momentos de nuestra niñez, con historias que hemos vivido o escuchado de labios de alguna tía o de nuestras mismas abuelas.

En ellas uno descubre al hombre y la mujer toda entera, que piensa, que siente, que ama, que guarda valores a veces tan olvidados en nuestra sociedad. También nos encontramos con la enorme fuerza que emerge de una comunidad al enfrentar sus problemas, al satisfacer sus necesidades. Y con la creatividad infinita con que supera los mil obstáculos que surgen en medio de condiciones tan adversas como las que le toca vivir.

Las historias que aquí aparecen nos introducen además, en el trabajo de campesinos que hoy día descubriendo sus valores, se lanzan en la defensa de su cultura. “Estamos tratando de recuperar tradiciones y cosas antiguas. Yo pienso que antes la gente se autoeducaba, en el sentido de ir desarrollando su creatividad, su capacidad crítica, de observación, porque con las adivinanzas, las payas, las logas se va desarrollando el intelecto de la gente” observa Carmen Muñoz Directora de la Escuela G – 1147 de Pullay.