En 1987 nos pidieron asumir un programa de capacitación para la Coordinadora de Ollas Comunes de la Sur de Santiago y debido a que las integrantes del Taller de Dirigentes estaban en condiciones de dar capacitación y que, además habían vivido la experiencia en las ollas comunes de su población, formamos un equipo de trabajo que se hizo cargo del Programa a realizar con las Ollas Comunes.
La construcción de este equipo planteó un desafío que hemos vivido en una búsqueda constante. Para las compañeras que formaban el Taller de Dirigentes no fue fácil asumir el rol de educadoras, ni tampoco integrar un equipo en igualdad de condiciones con quienes hasta ese momento les habían entregado capacitación. Esta situación nos exigió a todos un profundo cambio de actitudes, porque había que hacer un camino nuevo.
Los aportes específicos de las compañeras tanto en lo que se refiere a su capacidad de relación con las organizaciones como en su interpretación de la realidad, nos han orientado constantemente en la creación de un método que abra espacios para el trabajo conjunto. La formación de este equipo, ha exigido y exige una búsqueda continua para integrar diversos tipos de conocimientos, aportes, concepciones, ópticas e interpretaciones de la realidad, que den como resultado una elaboración de instrumentos, que contribuyan más eficazmente al avance del movimiento popular.
El trabajo con las integrantes de Ollas Comunes nos permitió avanzar junto a ellas, en la tarea de transformar la realidad poblacional; porque la Olla además de ser la organización social más exigente y numerosa, permite acceder a sectores poblacionales que habitualmente no se organizan.
El período que vivimos en 1990, nos permitió asumir el trabajo de capacitación en Ollas Comunes, proyectándolo hacia la formación de Talleres Productivos que son creados autónomamente por las pobladoras y se constituyen en una nueva forma de enfrentar sus problemas y necesidades.
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Las historias que aparecen en este libro son como un baño de humanidad y ternura que nos lleva a reencontrarnos con nosotros mismos. Con momentos de nuestra niñez, con historias que hemos vivido o escuchado de labios de alguna tía o de nuestras mismas abuelas.
En ellas uno descubre al hombre y la mujer toda entera, que piensa, que siente, que ama, que guarda valores a veces tan olvidados en nuestra sociedad. También nos encontramos con la enorme fuerza que emerge de una comunidad al enfrentar sus problemas, al satisfacer sus necesidades. Y con la creatividad infinita con que supera los mil obstáculos que surgen en medio de condiciones tan adversas como las que le toca vivir.
Las historias que aquí aparecen nos introducen además, en el trabajo de campesinos que hoy día descubriendo sus valores, se lanzan en la defensa de su cultura. “Estamos tratando de recuperar tradiciones y cosas antiguas. Yo pienso que antes la gente se autoeducaba, en el sentido de ir desarrollando su creatividad, su capacidad crítica, de observación, porque con las adivinanzas, las payas, las logas se va desarrollando el intelecto de la gente” observa Carmen Muñoz Directora de la Escuela G – 1147 de Pullay.