A medida en que las recolectoras se fueron organizando, fuimos buscando con ellas el modo de mejorar sus condiciones de trabajo, teniendo en cuenta que el precio que recibían por sus productos era demasiado bajo y que los períodos de recolección eran interrumpidos por otros en que no tenían frutos para recolectar y contaban con ningún ingreso, lo que las mantenía en una situación miserable.
Después de constatar que el precio que pagaba la agroindustria no superaba sustancialmente al de los intermediarios, comenzamos a buscar alternativas para dar valor agregado a los productos recolectados. Así, nos encontramos con una experiencia realizada rudimentariamente por recolectoras de los Corrales y otra posterior más exitosa, realizada por el comité de Coihuico bajo la dirección del Programa PRODESAL (Programa de Desarrollo Local, implementado por el INDAP en coordinación con las Municipalidades en comunas pobres del país) y de Alfredo Zenteno, Tecnólogo en Alimentos y encargado del Dpto. de Agroindustrias de la Universidad de Concepción. Ambas consistían en el deshidratado de hongos, pero la segunda incluía también el secado de frutas y verduras.
Bastó con que las recolectoras conocieran la experiencia, para que se interesaran por capacitarse técnicamente y en poco tiempo comenzaron a poner en práctica sus nuevos conocimientos. Pero, para implementar el trabajo era necesario contar con la infraestructura adecuada, por lo que empezamos a buscar nuevos contactos y vías de financiamiento…
Conseguimos un aporte de Oxfam para que los comités de Curanilahue, Cañete, Pemuco, Cabrero y Cobquecura pudieran construir sus Plantas Deshidratadoras, también aportaron las Municipalidades respectivas, INDAP estableció un convenio con Nacimiento, el Fosis, Prodemu y las mismas comunidades y el TAC, todos contribuimos con el proceso de desarrollo de los comités en su conjunto.
La infraestructura es una condición indispensable para obtener la Resolución Sanitaria (SNS), sin la cual no es posible comercializar regularmente los productos, por eso constituyó nuestra primera prioridad.
Por medio del procesamiento de los productos, las recolectoras consiguieron superar sus dos obstáculos fundamentales: obtener un mejor precio de venta y lograr un trabajo permanente al incorporar las frutas, verduras y hierbas medicinales en el deshidratado.
La administración y la comercialización son dos herramientas fundamentales en este proceso. La primera porque el proceso productivo es inviable sin un ordenamiento exhaustivo tanto de los productos, sistemas de almacenamiento, registros, como de los tiempos y costos de producción, etc. La segunda exige por sí misma no sólo un diseño acucioso, sino también una toma de decisiones que es necesario manejar.
La Comercialización, elemento fundamental para que el Comité pueda asumir su función como fuente laboral, para nosotros constituyó un desafío en tanto nos propusimos transformarla en un medio formativo que contribuyera al desarrollo integral de las recolectoras y recolectores. El primer paso consistió en lograr que fueran, poco a poco, comercializando sus productos en forma conjunta a través de la Coordinadora Regional de Recolectores y por otra parte, las estimulamos para que lo hicieran a través de la Venta directa en Ferias y Muestras Campesinas que se realizan anualmente en diversas ciudades del país. En ellas se establece una relación cara a cara con un comprador que viene a la Feria buscando productos que se venden solo en esos lugares, que valora el conocimiento y el trabajo de las mujeres y que se interesa por la sustentabilidad de los recursos naturales. Consideramos que esta relación enriquece y dignifica el trabajo de las recolectoras y recolectores. En la práctica ellas también lo han sentido así, por eso valoran mucho esta vía.
Venta en redes del Comercio Justo, que establecen condiciones educativas en tanto exigen del productor y del vendedor un intercambio justo, sustentándose ambos en valores de Justicia. En esta vía, vemos una forma de construcción (aunque sea incipiente) de prácticas que apuntan simultáneamente a un cambio de comportamiento y a una forma de economía alternativa.
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Las historias que aparecen en este libro son como un baño de humanidad y ternura que nos lleva a reencontrarnos con nosotros mismos. Con momentos de nuestra niñez, con historias que hemos vivido o escuchado de labios de alguna tía o de nuestras mismas abuelas.
En ellas uno descubre al hombre y la mujer toda entera, que piensa, que siente, que ama, que guarda valores a veces tan olvidados en nuestra sociedad. También nos encontramos con la enorme fuerza que emerge de una comunidad al enfrentar sus problemas, al satisfacer sus necesidades. Y con la creatividad infinita con que supera los mil obstáculos que surgen en medio de condiciones tan adversas como las que le toca vivir.
Las historias que aquí aparecen nos introducen además, en el trabajo de campesinos que hoy día descubriendo sus valores, se lanzan en la defensa de su cultura. “Estamos tratando de recuperar tradiciones y cosas antiguas. Yo pienso que antes la gente se autoeducaba, en el sentido de ir desarrollando su creatividad, su capacidad crítica, de observación, porque con las adivinanzas, las payas, las logas se va desarrollando el intelecto de la gente” observa Carmen Muñoz Directora de la Escuela G – 1147 de Pullay.